Beerot Itzjak en Español Nr 2

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[1] Mensaje de rav Polishuk acerca del ataque del 18.11 en sinagoga en Har Nof

¡Con ayuda del Cielo!

Los corazones judíos se estremecen ante los recientes acontecimientos [la tragedia acaecida el pasado martes 18 de noviembre en Har Nof, Jerusalén]. Nuestros Sabios dijeron que el trueno fue creado con el fin de enderezar «la  torcedura de los corazones». El Todopoderoso causa que lo temamos. En la sagrada tierra de Israel y fuera de ella… ¡el trueno se oye por doquier! Nuestros enemigos todos los días tratan de matarnos. Vemos con nuestros propios ojos  lo que está escrito en la Hagadá de Pésaj: «En cada generación se levantan contra nosotros para destruirnos…».

¡Sin embargo, debemos recordar que los enemigos del pueblo judío no tendrían  fuerza alguna si no fuera por nuestros pecados, por los cuales el Creador se cobra con nosotros!

Si Yaakov carga el yugo del estudio y el cumplimiento de los preceptos de la Torá, Esav se somete y su mano lo protege. Pero si Yaakov, Di-s no lo quiera, se quita el yugo de la Torá, entonces Esav se revela y echa sus manos contra él.

El lugar de máxima tensión es nuestra ciudad sagrada, Jerusalén. Hace 27 años en Jerusalén, hubo casos de profanación pública de Shabat; dijeron los sabios que esta fue una de las causas de la primera Intifada. Tal Intifada dio comienzo a un nuevo enfrentamiento con Ishmael: surgieron la maldita organización Hamás y los primeros terroristas suicidas. En aquellos días, el Gaón rav Moshe Shapiro dijo que todo esto es manifestación de la descendencia de Esav: Amalek. Hoy nos encontramos en una situación similar. Recientemente volvió a haber casos de profanación pública de Shabat en Jerusalén. ¿Qué podemos hacer para contrarrestar esto? En primer lugar, fortalecernos  en la observancia y el estudio de las leyes de Shabat; y además, enseñar dichas leyes a otros. Recordemos las palabras de nuestros Sabios que dicen que a quien observa Shabat de manera plena — con todas sus leyes— se le perdonan todos sus pecados.

Debemos contrarrestar la insensatez de subir al Monte del Templo con temor del Creador en nuestras sinagogas y casas de estudio. La reciente tragedia en una sinagoga es una señal del Cielo de que debemos observar minuciosamente las leyes relacionadas al «pequeño Templo».

La Torá nos enseña que hay que oponerse a las manos de Esav con la voz de Yaakov. ¿Qué es la voz de Yaakov? Es la voz de nuestra fe, las palabras de Torá que estudiamos y enseñamos a otros. Recordemos lo que decimos todos los días: «Talmud Torá keneged kulam»  ‘el estudio de la Torá equivale a todos los demás preceptos’.

La voz de Yaakov es la voz de nuestros rezos que brotan de la profundidad de nuestro corazón. Incluso si no merecemos la salvación, ¡la misericordia del Creador no tiene límites!

Nuestro severo exilio (las consecuencias del cual observamos) tiene raíces conocidas: odio gratuito y lashón hará. Es nuestra obligación desarraigar de nuestros corazones estos atributos, huir —como de las llamas— de cualquier conflicto.

¡Creemos, tenemos esperanza y confiamos en el Todopoderoso! Todo lo que hace, es para bien, y los terribles «truenos» a nuestro alrededor son enviados para hacer volver a nuestros corazones a la Torá y al Creador y que así se cumpla hasta el final lo dicho en la Hagadá: «En cada generación, se levantan contra nosotros para destruirnos, pero el Todopoderoso, bendito sea, nos salva de sus manos ».

Con amargura en el corazón,

Yigal Polishuk

Lista de heridos y tehilim para su recuperación

Recordemos que en situaciones como la actual, nuestros Sabios recomiendan leer los capítulos 142, 130 y 83 de Tehilim (salmos) y la oración «Ajeinu».

Por favor recen por la recuperación de las víctimas del ataque:

Jaim Yejiel ben Malka

Eitan ben Sarah

Yerujam Shmuel ben Beila

Abraham Shmuel ben Sheina

Arie ben Braja

…entre todos los enfermos y heridos de nuestro Pueblo.

Traducción de la oración «Ajeinu»

Nuestros hermanos, toda la Casa de Israel, que se encuentran en aflicción y cautiverio, estén en el mar o en la tierra firme, el Omnipresente tenga piedad de ellos y los saque de la aflicción al alivio, de la oscuridad a la luz, del sometimiento a la redención, ahora, rápidamente y en una época pronta; ahora digamos: Amén

[2] Permanecer Judío: La Vida de Rav Itzjak Zilber

Agradecemos a rav Ben Tzion Zilber por permitirnos publicar la traducción al español del libro «Permanecer judío», las memorias de su padre rav Itzjak Zilber de bendita memoria. En esta conmovedora autobiografía, rav Itzjak Zilber, el legendario líder de los judíos de Rusia en Israel, cuenta la historia de su vida, entretejida con la historia de los judíos de Rusia detrás de la Cortina de Hierro, y narra las pruebas formidables a las que él y su familia se enfrentaron para permanecer judíos observantes de la Torá. Este libro ha sido un bestseller en ruso, hebreo, inglés y francés. ¡Ahora también en español, esta historia continuará inspirando a miles, mostrando el verdadero significado de Permanecer Judío!

Reshitza

Mi abuelo, el Reshitzer Rebe

Rav Naftali tuvo tres hijos. En la segunda mitad del siglo diecinueve, su segundo hijo, rav Itzjak Tziyuni, fue nombrado rabino de la comunidad judía de Reshitza (hoy la ciudad se llama Rezekne) a los treinta y seis años de edad. Se le conocía como el Reshitzer Rebe. Su hijo, rav Ben Zion, fue mi padre.

Acerca de mi abuelo sé solo a través de historias. Contaban que acostumbraba pasar todo el día en la sinagoga, envuelto en su talit gadol y con sus tefilín puestos. Se los quitaba solamente con la puesta del sol.

Había muchos talmidé jajamim en Reshitza. En la sinagoga, mi abuelo recibía a personas que venían a hacerle preguntas de halajá y asuntos personales; mi abuelo acostumbraba consultar a otros talmidé jajamim antes de dar su propia opinión. Instruyó a sus hijos a actuar de la misma manera e incluso en su testimonio les pidió que continuaran con esta práctica.

Debo decir que mi padre honró esta  instrucción de mi abuelo. Recuerdo que durante la guerra, cuando el hambre y las privaciones que sufría la gente eran terribles, mi padre permitió a los judíos de Kazán ciertas «kulot» (este término significa ‘suavización de las leyes relativas al cumplimiento de algún precepto’; a lo opuesto se le llama «jumrot»). Autorizó hornear matzot y comer chícharos y otras legumbres en Pésaj¹. Sin embargo, tomó la decisión solo después de deliberar con otros dos rabinos que estaban de paso en Kazán, y fue en presencia de ellos que comunicó su decisión a la comunidad.

Los viernes por la tarde, cuando en su camino a la sinagoga pasaba enfrente de tiendas judías, el Reshitzer Rebe siempre se aseguraba de que estas estuvieran cerradas antes de la entrada de Shabat.

Una vez, una mujer que visitó Reshitza durante esa época me describió la siguiente escena:

Cierto viernes por la tarde se encontraba parada en una calle tranquila de la ciudad. Se aproximaba Shabat. De pronto comenzó una gran conmoción: la gente corría de un lado a otro hablando en voz alta mientras que todos los negocios se cerraban. Las cortinas de las tiendas caían con estrépito por doquier.

Preguntó asustada:

—¿Qué ocurre? ¿Qué está pasando?

—¡Viene rav Itzele! —le contestaron.

La gente venía desde lejos para consultar al Reshitzer Rebe. Y todos conocían historias de personas que habían ignorado las palabras del rebe… con trágicas consecuencias. Se le quería y temía a la vez. Las siguientes son dos de las historias que escuché sobre él.

Un erev Shabat, unos judíos se estaban bañando en los baños públicos. Surgió una discusión y alguien le dio una bofetada a un melamed. Al ver esta escena el Reshitzer Rebe exclamó:

—¡Rajmones yiden! ¡Judíos, tengan misericordia! ¡Péguenle de regreso! ¡Rápido! —Pero nadie lo hizo. Esa misma noche el ofensor del melamed se atragantó durante la cena de Shabat y murió asfixiado. Entonces los judíos entendieron la petición del rebe: regresándole la bofetada hubieran podido evitarle el castigo, mucho más severo, que recibió.

La segunda historia es acerca de un peluquero. Como es sabido, la ley judía prohíbe rasurarse la cara con navaja; solo está permitido rasurarse con una aparato especial. En Reshitza todos se atenían estrictamente a esta ley… hasta que un día un judío abrió una barbería y comenzó a rasurar a sus clientes con navaja. El Reshitzer Rebe lo llamó y lo previno:

—Escúchame, hijo, está prohibido rasurar con navaja. ¡Rasura de otra manera! —El barbero prometió hacer lo que el rebe le pedía, pero después de cierto tiempo se supo que continuaba rasurando judíos con navaja (probablemente porque con ellas se obtenía un rasurado más limpio que con las máquinas de afeitar de entonces, y ello gustaba a la gente). El rebe lo volvió a llamar:

—Hijo, ¿acaso no me dijiste que dejarías de hacerlo?

Rebe, necesito ganarme el pan —contestó el barbero—. Si no rasuro así, ¿qué voy a comer?

—Y cuando hay de comer… —inquirió el rebe— ¿de qué sirve? —No dijo nada más.

Al poco tiempo el barbero enfermó de cáncer; le daban los mejores alimentos, pero comer… no podía.

Un judío de Reshitza me contó que de niño le gustaba seguir al misterioso rebe en sus rondas por la ciudad. En una ocasión vio a rav Yitzele caminando por la calle, con talit y tefilín puestos, como siempre. De repente dio vuelta en un callejón estrecho entre dos casas e hizo algo. El niño esperó a que el rebe se alejara y entonces se asomó. Vio a una perra echada con sus cachorros. El rebe le había traído comida…

Una vez, en Kazán —recuerdo vívidamente la calle Ovrashnaya donde vivíamos— la mamá de nuestra vecina, la señora Gurevich, llegó a visitarla. Conversé con ella y le comenté que mi padre había nacido y vivido en Reshitza.

—¿En Reshitzá? ¿Como rav Itzele? —dijo emocionada—. ¡Él salvó a mi madre! —Y relató la siguiente historia:

Una mañana de primavera su mamá quería lavar ropa y se dirigió al pequeño puente de madera sobre el cual las mujeres acostumbraban pararse para enjuagar sus prendas en el río. Cuando pasó frente a la sinagoga, el shamash salió corriendo tras ella, gritando:

—¡Rav Itzele te pide que esperes! —Esperó junto a la sinagoga unos quince o veinte minutos. Finalmente el shamash volvió a salir, haciéndole señas con las manos,  y le dijo:

—Está bien, ya te puedes ir. —La mujer se sintió desconcertada. ¿Para qué la habían hecho esperar? Sin embargo, al llegar al río su sorpresa fue aún mayor… ¡el puente había desaparecido! Mientras esperaba al rebe, las aguas crecidas del río habían barrido con él. ¿Qué hubiera pasado si ella hubiera estado parada sobre el puente en ese momento?

Rav Itzele se casó en segundas nupcias con Java, hija de rav Yosele Kreslaver, un sabio y kabalista. De su primer matrimonio tenía varias hijas y un hijo, rav Dovid. De su segundo tuvo tres hijas y un hijo, nacido en 1885 cuando mi abuelo tenía ya sesenta años de edad. Este hijo, el hijo menor de rav Itzele, es mi padre.

Mi abuelo, rav Itzele, fue el primer maestro de mi padre. Más adelante mi padre estudiaría en la yeshivá «Slobodka» y con su abuelo materno, rav Yosele Kreslaver.

Rav Itzele murió en 1900, a la edad de setenta y cinco. Un judío de Reshitza le contó a mi padre una historia del último día de vida de rav Itzele. El rebe estaba enfermo y había estado en tratamiento en Varsovia, sin éxito. Regresó de Varsovia en un tren expreso. Y a pesar de que era un tren rápido, durante el camino rav Itzele repetía todo el tiempo:

—¡Gijer, gijer! ¡Más rápido, más rápido! —Y en verdad, el tren llegó a la estación antes de tiempo. Alcanzaron a llevar al rebe a su casa; el rebe se acostó en su cama… y exhaló su último suspiro.

Mis padres

Mi madre, Lea Gitel, nació en Rogov (hoy en día Raguva), Lituania, en el distrito de Ponovech. Su padre, rav Moshe Mishel Shmuel Shapiro, fue un hombre erudito, autor de muchos libros.

Mis padres se casaron  el 2 de tammuz de 5674 (1914). Recién casados, recibieron telegramas de felicitación de muchos de los rabinos más notables de la época, entre ellos rav Meir Simja de Dvinsk, conocido como el Or Saméaj, y me parece que también de rav Israel Meir haKohen, conocido como el Jofetz Jaim. Después de casarse, mi padre enseñó en la filial de Reshitzer de la yeshivá «Slobodka».

Muy poco después estalló la Primera Guerra Mundial. Para evitar que lo reclutaran para servir en el ejército del zar, mi padre cambió su nombre de Tziyuni a Zilber. (Cuando llegamos a Israel consideré re-adoptar el nombre original de mi familia, Tziyuni, pero esto hubiera dificultado que la gente que me había conocido en  Rusia como Zilber me localizara en Israel. Es por eso que decidí conservar el apellido Zilber).

Viviendo en Reshitza, mi padre mantenía relaciones estrechas con el gran rav Meir Simja haCohen, rabino de Dvinsk (Daugavpils) y autor de los libros Méshej Jojmá y Or Saméaj. Él acostumbraba llamar a mi padre «mein kind», ‘mi niño’. Justo al principio de la guerra coincidieron en una misma ciudad durante un período corto de tiempo, me parece que en Reshitza. Mi abuelo, rav Shapiro, también estaba ahí. Por las mañanas, después del rezo, la sinagoga se vaciaba y solo ellos tres permanecían: el «Or Saméaj» (así se le llamaba a rav Meir Simja haCohen por ser este el título de su libro); mi abuelo, rav Moshe Mishel Shmuel; y mi padre. Juntos estudiaban Torá hasta el mediodía, olvidándose de comer.

También más adelante, en Kazán, mi padre mantuvo la costumbre de estudiar cada mañana inmediatamente después del rezo

Rav Meir Simja de Dvinsk

Recuerdo que a lo largo de mi infancia el nombre de rav Meir Simja se mencionaba a menudo en casa de mi padre. Sin embargo, la historia que quiero relatar ahora la escuché estando ya aquí en Israel, de boca de alguien que atestiguó personalmente los hechos: David Kil, mi vecino. Más adelante encontraría nuevamente esta misma historia en el libro Seguridad y democracia, escrito por el ex-director del «Mosad» (servicio israelí de espionaje), Isser Harel. De manera que aún viven por lo menos dos testigos del episodio.

En su libro, Isser Harel —quien era adolecente en ese entonces— relata la historia como sigue:

Aquel año ocurrió que en el curso alto del río Dvina la nieve y el hielo comenzaron a fundirse inesperadamente antes de lo usual, cuando en la región que se extiende desde Dvinsk hasta el golfo de Riga hacía todavía mucho frío; en dicha región el río aún estaba completamente congelado. Del curso alto bajaban estrepitosamente torrentes de aguas de deshielo, pero estos topaban en su camino con una barrera gruesa de hielo y nieve que no les permitían desembocar en el golfo… El nivel del agua subía rápidamente. El río tormentoso y los enormes bloques de hielo que este cargaba causaron grandes estragos. Muchos pueblos fueron barridos por el torrente y los puentes del río Dvina se destruyeron por completo. Los raudales de agua se acercaban tormentosamente al dique que rodeaba y protegía a Dvinsk. La sombra de la muerte pendía sobre la ciudad…

En Shabat por la mañana la situación se volvió desesperada. Era inminente que ocurriera una de dos cosas: que el río se desbordara sobre el dique o que lo quebrara. Mi padre estaba indeciso entre quedarse con la familia en esos momentos de tanto peligro e ir a la sinagoga al servicio matutino, para unir su voz a los rezos de la comunidad. Finalmente decidió ir a la sinagoga y yo fui con él. En pleno rezo, que fue un rezo cargado de emoción como nunca y constantemente interrumpido por gritos de desesperación, algunos judíos entraron a la sinagoga exclamando la noticia terrible: ¡la ciudad estaba a punto de ser destruida!

Rav Meir Simja, envuelto en su talit, se levantó de su lugar, salió de la sinagoga y caminó hacia el dique. Todos los judíos que estaban en el rezo, vestidos en su ropa de Shabat, lo siguieron.

El rav subió al dique y comenzó a rezar por la salvación de la ciudad. Y de un momento a otro, mientras el rav estaba parado sobre el dique absorto en sus rezos, el hielo… se quebró: los grandes témpanos crujieron, se movieron y comenzaron a deslizarse río abajo. ¡El nivel del agua comenzó a bajar ante nuestros ojos!

Ningún habitante de Dvinsk, incluidos los cristianos de la ciudad —y entre ellos antisemitas empedernidos—, dudó siquiera un instante que la salvación milagrosa se la debían al justo rabino… El rav, por supuesto, no se consideraba a sí mismo un hacedor de milagros. ¡Él… simplemente había  rezado al Todopoderoso, pidiendo misericordia!

La historia que cuenta David Kil coincide perfectamente con este relato. Kil nada más añade que las autoridades locales invocaron la ayuda de todos quienes pudieron. En la ciudad había servicios de rezo todo el tiempo… pero el agua seguía acercándose y no pudieron pararla. Entonces el gobierno letón se dirigió oficialmente al famoso rabino Or Saméaj. Él fue al río con su libro de Tehilim (salmos), rezó… y la inundación retrocedió. ¡Fue un impresionante Kidush HaShem (santificación del Nombre del Todopoderoso)!

Cuando los soviéticos se apoderaron de Letonia en 1918 (permanecieron un año), el rav fue arrestado; querían matarlo por  la única razón de que era un gigante de la Torá. Los periódicos se apresuraron a publicar que el rabino había sido fusilado. Pero la noticia resultó ser mentira: se logró comprobar que el rav —después de todo— estaba más cerca del proletariado que de la «burguesía».

En 1926 el Or Saméaj murió. Un periódico soviético —creo que fue el Izvestia—  publicó un aviso: «Rabino famoso falleció…». Este es el único caso que conozco en que la prensa soviética mencionó el fallecimiento de una autoridad religiosa.

Rav Meir Simja murió mucho antes de que los judíos de Alemania fueran batidos por la tragedia. Si bien su libro Méshej Jojmá  fue publicado hacia el final de su vida, rav Meir Simja comenzó a escribirlo en su juventud, en una época en la que los judíos alemanes gozaban de  prosperidad extraordinaria.

En el siglo diecinueve, con el comienzo de la Emancipación, los judíos de los países europeos estaban convencidos de que había llegado la era de libertad e igualdad de derechos. En Alemania surgió el movimiento reformista. Judíos que no creían en nada, mas sin embargo querían conservar su identidad nacional, comenzaron a hablar de reformar el judaísmo. «Queremos ser judíos —explicaban— pero consideramos que es necesario modernizar nuestras leyes, modificar algunas de ellas. Es perfectamente posible seguir siendo judíos, aun comiendo treif y viajando en Shabat».

La perspectiva histórica que tenemos hoy en día evidencia que el movimiento reformista no logra mantener continuidad por más de dos o tres generaciones; como regla, los reformistas traicionan su fe. En mi libro La flama no te consumirá (Jerusalén, 1984) describí este fenómeno:

A fines del siglo XVIII y principios del XIX, en la época del florecimiento de la filosofía humanista alemana, judíos agradecidos comenzaron a venerar a Alemania «cultural». Fue precisamente en este país donde nació el movimiento reformista, cuyo cometido era «modernizar» el judaísmo. Los reformistas construían sus sinagogas imitando el estilo de las iglesias alemanas; comenzaron a rezar con acompañamiento de órgano e incluyeron en sus servicios canto de coro de mujeres… Los más «progresistas» entre ellos mudaron el día de descanso prescrito por la Torá de Shabat a domingo, y excluyeron de sus rezos las palabras: «…y regrésanos a Zion, Tu ciudad, con cantos, y a Jerusalén, el lugar de Tu Templo, en júbilo eterno». Se armaron de un sistema ético nuevo, proclamado por los ideólogos de este movimiento: «No podemos ser hipócritas ante D-os. Estamos agradecidos con Él por la dicha de vivir en un país culto e ilustrado como lo es Alemania, en lugar de en la oscuridad y retraso de Asia. ¡¿Acaso nos pararemos a pedir que nos haga volver?!». Justamente en Alemania comenzó el proceso de asimilación masiva de judíos, justamente ahí la conversión voluntaria de judíos se volvió algo habitual, y  justamente de ahí se extendió al resto de Europa occidental, Polonia y Rusia el desastre nacional de los siglos diecinueve y veinte: el abandono de la Torá. Como podía esperarse, Alemania pronto se convertiría en el arma de venganza con la que el Todopoderoso castigaría nuevamente a Su nación desobediente.

Pero mucho antes de que  estos eventos acontecieran, rav Meir Simja, comentando en Méshej Jojmá la parashá Bejukotai, en la que la Torá habla sobre expulsión y dispersión, escribió palabras proféticas asombrosas:

Hace más de dos mil años que los judíos están exiliados. Este es un plazo largo, y la persona siempre quiere algo nuevo. Llegan pensamientos equivocados, los judíos comienzan a criticar lo que nuestros padres nos dieron en herencia… Un poco más y dirán: «Es mentira, lo que nos dieron nuestros padres». Los judíos comenzarán a olvidar sus orígenes… abandonarán el estudio de su fe, comenzarán a estudiar lenguas ajenas y considerarán que Berlín es Jerusalén. Los judíos olvidarán que son extranjeros en tierra ajena, y la llamarán propia. Y aprenderán de los pueblos a hacer el mal.

¡Mas no te alegres, judío, con la alegría de las naciones! Pues vendrá una tormenta terrible que te recordará con voz estruendosa: «¡Tú, judío! ¿Quién te hizo persona? ¡Vete de aquí!». Te arrancará de raíz, te echará y te hará saber que eres forastero y que tu verdadera lengua es nuestra lengua sagrada; que los idiomas extranjeros son como una capa temporal. Para que no olvides que tu verdadera fuente es la del pueblo judío. Y tu única consolación serán las palabras de los profetas que dicen que el Todopoderoso mandará a Mashíaj, quien vendrá y nos salvará…

Todo esto fue escrito hacia el final del siglo diecinueve, o quizás a principios del veinte. El autor de estas palabras falleció siete años antes de que Hitler subiera al poder. ¡Viviendo en Latvia escribió sobre Berlín! ¡No entiendo cómo pudo escribir sobre la tormenta terrible en pleno tiempo de prosperidad! Era un hombre de gran santidad, sin duda.

Rav Yosef Rozin de Rogatchov

En esa época vivían en Dvinsk dos rabinos distinguidos: rav Meir Simja y rav Yosef Rozin, a quien titulaban «Gaón de Rogatchov» equiparándolo al «Gaón de Vilna». Puede ser que esta equiparación sea exagerada; sin embargo rav Yosef Rozin de verdad poseía un cuerpo enorme de conocimientos y podía recitar de memoria cualquier parte del Talmud.

¡Dos sabios de tal calibre! ¡En una misma ciudad! ¡Y al mismo tiempo! No podía dejar de mencionar aquí a rav Yosef Rozin.

A pesar de ser muy distintos el uno del otro, rav Meir Simja y el Gaón de Rogatchov eran amigos cercanos. El Gaón de Rogatchov sobrevivió a rav Meir Simja diez años y murió en 1936.

Cuentan que en una ocasión Bialik, un distinguido poeta judío, visitó a rav Yosef. Después de su visita, le preguntaron a Bialik sobre sus impresiones. Su testimonio fue entusiasta:

«Los científicos organizan comisiones, estudian la vida de los judíos hace dos mil y tres mil años, construyen teorías sobre cómo trabajaban la tierra, cómo se vestían, etc., y el rabino tiene respuestas a todas las preguntas, y todas sus respuestas las fundamenta con citas del Talmud. ¡De un pedacito de su cabeza se pueden hacer diez Einsteins!»

Cuando le preguntaron al Gaón de Rogatchov sobre Bialik, respondió:

—Si estudiara, algo sabría…

Deportación a Kazán

Como ya mencioné, había comenzado la guerra. A los judíos de los distritos occidentales del Imperio Ruso les sobrevinieron nuevas desgracias. Bajo excusa de su deslealtad, el gobierno del zar desalojó a todos los judíos de la zona fronteriza. Miles de familias judías de Lituania y Letonia fueron enviadas a la fuerza a Rusia.

Mi madre contaba que fue horrendo. Introducían a los vagones a todos por igual —enfermos y sanos, viejos y jóvenes, cuerdos y desquiciados— para enviarlos a un destino incierto. Mi madre y sus padres fueron transportados juntos.

…Las fuerzas austro-húngaras y alemanas entraron a Galicia. Los militares rusos expulsaron de la región a todos los judíos; los transportaron en vagones de carga bajo custodia… ordenaron deportar a toda la población judía de la  mayor parte de Curlandia… y del distrito de Kovno… Del distrito de Kovno  expulsaron hasta al último judío… bajo condiciones muy difíciles (daban 48 horas para alistarse; en muchos casos no permitían llevar consigo ni siquiera las cosas más indispensables; los expulsados eran humillados, maltratados y transportados en vagones de carga rotulados “Espías”).

«Breve Enciclopedia Judía», tomo 7, Jerusalén

Mi padre se admiraba profundamente de la compostura mostrada por su suegro bajo las circunstancias descritas. El nieto de rav Shapiro (hijo de su hija Jana Ittel, quien murió muy joven), Mordejai Pinjas, estaba estudiando en alguna yeshivá. También él fue deportado, pero no en el mismo tren que sus familiares. Después de mucho buscar encontró el tren donde estaba su abuelo y llegó con él tremendamente agitado. Alrededor todo era ruido, tumulto, confusión… en los vagones sobresaturados todos estaban nerviosos y desconcertados, nadie sabía a dónde iría a parar. Al muchacho le corrían las lágrimas, pero su abuelo, como si nada inusual ocurriera, le preguntó:

—¿Nu, qué estudiaste esta semana? —Y durante media hora, hasta que el tren se puso en marcha, estuvo sentado tranquilamente con su nieto, conversando con él tal como si fuera Shabat en la tarde después de la comida. Aparentemente lograron viajar juntos: era imposible contar a las personas en los trenes repletos.

En esos mismos días, los futuros padres de mi futura esposa fueron echados de su ciudad natal. Creo que en ese entonces todavía ni siquiera se conocían.  De Brest-Litovsk² llegaron a Samara, que más tarde se llamaría Kuibishev.

Sacaban a la gente del tren mientras este estaba en marcha. A mi padre y a mi madre los sacaron en Kazán y a los padres de mi madre, rav Shapiro y su esposa, en Simferopol.

En esos tiempos a los judíos solamente se les permitía asentarse dentro de las llamadas «zonas de residencia». Con algunas excepciones, todos los demás lugares —incluida la ciudad de Kazán— estaban cerrados para ellos. Sin embargo, después de la deportación permitieron vivir en Kazán. Kazán se llenó de refugiados judíos.

Dado que las ciudades y los stedtls de las zonas de residencia (ya parcialmente ocupados por las tropas alemanas) no podían dar cabida a los cientos de miles de refugiados judíos… se publicó una circular… permitiendo a los «judíos vivir en las ciudades, a excepción de las capitales».

«Breve Enciclopedia Judía», tomo 7, Jerusalén

Mi abuelo y mi abuela lograron más adelante, antes de la llegada de los soviéticos, regresar a Lituania. Pero a mis padres no los dejaron irse de Kazán.

Al principio mi padre ocultó que era rabino, pero pronto alguien en la sinagoga lo reconoció y exclamó: «¿Rebe, por qué está parado junto a la puerta?».

Mi padre no quería recibir pago por su servicio como rabino, y por eso decidió ganarse el pan comerciando. Entregó todo su dinero a unos hombres de negocios para que lo invirtieran. Cuando el negocio empezó a rendir, mi padre se enteró de pronto de que sus socios estaban comerciando en Shabat. Rehusó tomar «dinero de Shabat»… y no tuvo más remedio que aceptar la posición de rabino oficial. Recuerdo que en nuestra casa estaba guardado su sello con la inscripción «Rabino del distrito de Kazán».

El día entero mi padre se ocupaba de asuntos comunitarios: todos los días, del medio día hasta las dos de la tarde supervisaba la shejitá en el matadero de la ciudad; después enseñaba en la sinagoga. Recibía visitas en la casa y en la sinagoga, y resolvía las preguntas y problemas de la gente…

Cuando en 1926 el gobierno soviético liquidó todo lo relacionado con la vida judía religiosa y cerró las sinagogas, las actividades de mi padre se volvieron no-oficiales, clandestinas. ¿Cómo subsistimos de ahí en adelante? Solo Hashem sabe.

¹Nota del traductor: Las comunidades ashkenazíes tienen el minhag de no comer «kitniot» (legumbres) durante Pésaj.

²Hoy en día Brest es parte del territorio bielorruso, pero en ese entonces formaba parte de uno de los distritos occidentales del Imperio Ruso; después de la Primera Guerra Mundial perteneció a Polonia; antes y después de la Segunda Guerra Mundial fue anexado a la Unión Soviética.

[3] Rav Noson Zvi Finkel

Cuando hablamos de grandes sabios de la Torá, encontramos a menudo que su grandeza se manifestó desde su infancia temprana o juventud. Rara vez oímos hablar de un niño «común y corriente» que se convirtió en líder de su generación, mentor de muchos miles de bnei Torá. Con mucho más frecuencia se escuchan historias acerca de cómo algún gigante de la Torá desde su infancia asombraba a sus melameds y compañeros con conocimientos insólitos a su edad. Sin embargo, el Todopoderoso en Su sabiduría dispuso que la grandeza en Torá no siempre dependa de cómo fue la persona de niño: talentoso o desprovisto de dotes especiales; si estudió en una yeshivá famosa o se pasaba el tiempo jugando con sus compañeros al baloncesto. En cualquier momento de la vida puede suceder que alguien que apenas ayer no pensaba en el estudio serio de la Torá de repente se convierta en un alumno de yeshivá aplicado, paradigma de constancia en el estudio; y de manera inesperada para quienes lo rodean, de un joven «común» brota y florece un gran sabio de la Torá.

Bien visto, no hay nada inesperado en tal «transformación». La sabiduría y grandeza en Torá no son un logro personal del hombre: es sencillamente imposible adquirirlas sin ayuda del Creador. Sin embargo, mucho depende también de la constancia en el estudio, del deseo de la persona de crecer en la Torá y del perfeccionamiento de sus cualidades espirituales. La familia juega a menudo un papel importante en esta «transformación».

Todo lo anterior es plenamente cierto de uno de los grandes roshéi yeshiva de la generación pasada, el gran sabio de la Torá y mentor de muchos miles de estudiantes (literalmente), rav Noson Tzvi Finkel.

Nació en 5703 (1943) en Chicago, Estados Unidos, en una familia descendiente de grandes sabios de la Torá. Su padre, rav Eliyahu Meir Finkel, fue el nieto del gran Alter de Slobodka (uno de los grandes pilares del movimiento de musar), y rav Noson Tzvi recibió el nombre de su bisabuelo.

La infancia del futuro rosh yeshivá transcurrió en los Estados Unidos. Asistió a una escuela judía donde la mitad de la jornada se enseñaban materias de educación general y la otra mitad materias tradicionales judías. Esta escuela no era comparable a una yeshivá, y para los grandes antepasados de rav Noson Tzvi tal «combinación» hubiera representado un sacrilegio y desdén por la Torá impensables. ¿Un joven educado en tal institución llegaría a ser rosh de una gran yeshivá? Difícilmente hubiera podido creerse.

Todo cambió cuando rav Noson Tzvi cumplió 14 años y viajó con sus padres a la tierra de Israel. Este viaje transformó para siempre la vida del joven. Conoció a su tío, el gran sabio de la Torá e ilustre rosh yeshivá de la yeshivá «Mir», rav Eliezer Yehuda Finkel. A partir de ese momento comenzó la «transformación» de un niño de buena familia judía en el gran sabio de la Torá y rosh yeshivá.

Rav Eliezer Yehuda persuadió a los padres de rav Noson Tzvi (especialmente a su madre, la rebetzin Sara, que se prolonguen sus días) que dejaran a su hijo permanecer en la yeshivá en Jerusalén. Y aunque después de algún tiempo rav Noson Tzvi regresó —por insistencia de sus padres— a Estados Unidos para completar su formación, su corazón estaba ya completamente embebido en el estudio de la Torá entre las paredes de la famosa yeshivá «Mir», reconstruida en Jerusalén.

El gran sabio rav Jaim Kamil pasó a ser el maestro de rav Noson Tzvi. Incluso cuando él mismo era ya mentor de miles de estudiantes, rav Noson Zvi continuaba viajando para consultar a rav Kamil en Ofakim, donde él era rosh yeshivá.

La formidable constancia en el estudio de rav Jaim se transmitió plenamente a su discípulo; rav Noson Tzvi estudiaba sin pausa y en cualquier situación. La grandeza en Torá se logra precisamente cuando el hombre convierte en beit midrash cualquier situación que lo permita.

Sin embargo, la constancia en la Torá aún no es todo: rav Finkel amaba el estudio de la Torá. Rav Finkel describió dicho amor en una carta que escribió a sus padres al comienzo de su estancia en la tierra de Israel para tranquilizar a su madre, quien justificadamente comparaba su decisión de dejar a su hijo en la yeshivá con la ofrenda de nuestro padre Abraham de su hijo Itzjak. Y justamente de este gran amor por el estudio «contagió» a sus numerosos alumnos.

Para llegar a ser un gran maestro de la Torá no se requiere de años de formación pedagógica. Basta con que confluyan tres elementos: amor a la Torá misma, amor a los alumnos y ayuda del Cielo (sin la cual ninguno de los dos primeros elementos puede darse). El amor por la Torá rav Noson Tzvi sin duda lo absorbió en la casa de sus padres; sus grandes maestros tan solo construyeron sobre el éxito de buenos padres judíos. En cuanto al amor a los discípulos, este brota del perfeccionamiento de las cualidades del alma. En el caso de rav Noson Tzvi dicha perfección era absoluta.

Cuando rav Finkel comenzó a impartir lecciones a un grupo de bajurim en la yeshivá, su casa comenzó a ser visitada constantemente por estudiantes. Las comidas de Shabat sin estudiantes invitados eran impensables en casa de los Finkel, gracias a que vivían en un departamento en la calle Isa Brajá, muy cerca de la yeshivá. Rav Noson Tzvi siempre atendía personalmente a sus jóvenes invitados y se aseguraba de que se sintieran totalmente cómodos en su mesa.

Posteriormente la familia Finkel se trasladó a la calle Ameilim (aún más cerca de la yeshivá «Mir»), pero el número de estudiantes invitados a su mesa de Shabat disminuyó: necesitaba dedicar más atención a sus propios hijos. A pesar de esto, rav Noson Tzvi reunió a un grupo de sus discípulos y les dijo: «Si creen que me acerqué más a la yeshivá porque tengo menos fuerzas que antes y quiero que me dejen tranquilo… se equivocan. Me mudé para que sea más fácil para ustedes venir a mi casa en cualquier momento que lo necesiten, incluso más a menudo que antes».

Rav Finkel estaba completamente inmerso en sus estudios y a la vez completamente disponible para sus estudiantes. En muchas ocasiones se quedaba hasta muy tarde en la yeshivá, explicando a sus alumnos pasajes difíciles. Según el testimonio de uno de los estudiantes de su primera javurá (grupo de estudiantes), tales explicaciones a menudo culminaban con la exclamación de rav Noson Tzvi: «¡No me dejan nada para la lección de mañana!». Los discípulos se retiraban, y rav Finkel se quedaba… a preparar nuevamente la lección del día siguiente.

Siendo ya el rosh de la yeshivá, rav Noson Tzvi trataba por todos los medios de inculcar en sus estudiantes la comprensión de que sin constancia absoluta en el estudio (más allá de los límites de los sedarim «oficiales») es imposible alcanzar grandeza en Torá. Con este propósito se introdujeron en la yeshivá programas de estudio ininterrumpido. Por participación en dichos programas se ofrecía recompensa monetaria. Sin embargo, por mucho no todos los estudiantes estaban dispuestos a apuntarse: la concentración ininterrumpida en el estudio es un trabajo arduo.

Uno de estos programas se llamaba «las 12 horas»; el número de horas en el nombre del programa debía coincidir con el número de horas diarias de estudio. Cabe mencionar que la idea no era nueva: rav Noson Tzvi nunca ocultó que las 12 horas diarias de estudio eran enseñanza de rav Eliezer Yehuda Finkel.

Al proponer a los estudiantes el programa y su remuneración, rav Noson Tzvi prometió que la vida de todos quienes adoptaran tal régimen de estudio cambiaría radicalmente para bien en el plano espiritual.

Uno de los bajurim, quien no se imaginaba a sí mismo participando en tal prueba, se enteró de que su nombre estaba escrito en la lista. Pidió una explicación y resultó que había sido inscrito al programa por el rosh yeshivá personalmente. Rav Finkel conocía bien a sus discípulos, y este chico desde tiempo atrás lo preocupaba en términos de su estudio, por lo cual el rosh yeshivá no solo lo inscribió al programa, sino además informó que estudiaría con él en javrutá.

Transcurrió algún tiempo después del comienzo del programa: el joven regresaba a altas horas de la noche, agotado, pero rebosante de Torá y del deseo de continuar estudiando. Un día, cuando llegó a su casa, se dio cuenta de que le faltaban 15 minutos para llegar a las 12 horas de estudio prescritas. Se fue a acostar con un Kitsur Shulján Aruj en las manos, para completar el tiempo faltante justo antes de dormirse; pero pronto, mientras leía… cayó dormido.

Después de algunas horas, algo interrumpió su sueño: el chico despertó —con el libro sobre la cara—, y se percató de que su pensamiento estaba concentrado en las palabras que había estado leyendo en el momento en que se quedó dormido.

Entendiendo que había ocurrido algo especial el joven se vistió a toda prisa y corrió a casa del rosh yeshivá. Rav Finkel, a pesar de la profundidad de la  noche, le abrió la puerta personalmente a su alumno. Con voz entrecortada por la emoción, el alumno dijo: «¡Rabi, por primera vez en mi vida desperté pensando un pensamiento de Torá». El rostro de rav Noson Tzvi se iluminó con una gran sonrisa. Invitó al joven a entrar a la casa y organizó de inmediato un lejaim con motivo de la importante ocasión.

Rav Noson Tzvi Finkel amaba a sus estudiantes. Estudió en javrutá con cientos de jóvenes, sin que esto dependiera del nivel en Torá de cada uno de ellos. Él daba Torá sin reservas… a todos los solicitantes.

Se puede intentar medir la grandeza en Torá de un hombre en términos del número de libros que escribió o lecciones que impartió. La grandeza de rav Noson Tzvi Finkel pudiera definirse por la cantidad de alumnos a quienes enseñó y por la manera en que transformó y expandió la yeshivá «Mir». Sin embargo, su verdadera grandeza residía en su gran amor por sus discípulos. Este amor brotaba sin duda de su infinito amor al Todopoderoso y del perfeccionamiento de las cualidades de su alma (para nuestra generación tal perfección parece un milagro).

Rav Noson Tzvi Finkel, gran maestro y rosh yeshivá, era una fuente inagotable de amor por el Creador y Su Torá. Incluso después de que dejó nuestro mundo su amor y bondad infinitos siguen calentando nuestros corazones, convirtiéndonos en el siguiente eslabón de la gran cadena que se remonta a la entrega de la Torá en el monte Sinaí.

En una ocasión uno de los estudiantes de la primera javurá de rav Noson Zví llegó a casa del rosh yeshivá y lo encontró sentado a la mesa con dos chicos vestidos en pantalones vaqueros y camisetas. Era difícil imaginar que fueran estudiantes de yeshivá; sin embargo, sobre la mesa había un jumash abierto y rav Noson Tzvi impartía una lección, lleno de inspiración y entusiasmo.

Cuando los visitantes inusitados partieron, el discípulo de rav Finkel preguntó con desconcierto: «¿Rabi, por qué estudió con esos chicos?» Rav Noson Tzvi sonrió y dijo: «Simplemente porque me lo pidieron. Querían estudiar… y para mí eso es más que suficiente».

Arie Katz

[4] Respuestas de rav Kuklin a preguntas de nuestros lectores

El sentido oculto de los preceptos

Escuché que todo decreto de nuestros Sabios tiene también un significado oculto. ¿Es cierto?

Sin duda, todo decreto de nuestros Sabios, además del sentido llano que nos revelaron los sabios del Talmud, tiene también un significado cabalístico oculto. Esto lo vemos en muchos lugares del Zohar y en los escritos de los grandes cabalistas, especialmente Arizal. Tomemos, por ejemplo, los días de Rosh haShaná, el año nuevo judío. El Talmud nos dice que en Rosh haShaná se debe hacer sonar el shofar de diferentes maneras, debido a las dudas que tenían nuestros Sabios acerca de en qué consiste la teruá mencionada en la Torá; sin embargo, en el Zohar (Pinjas, 231b) se explica el significado cabalístico de los diferentes sonidos del shofar. Vemos algo similar en relación a los dos días de Rosh haShaná: el Talmud nos informa sobre el sentido llano de estos días, y el Zohar sobre su sentido cabalístico complementario.

El Gaón de Vilna escribe que su significado oculto es una de las razones por las que debemos seguir cumpliendo con todas las regulaciones de nuestros Sabios, aunque la razón aparente por la cual se tomaron ciertas decisiones haya dejado de ser relevante. El Gaón de Vilna trae como ejemplo la prohibición de usar medicamentos en Shabat. El tratado Shabat (53b) del Talmud explica que esta prohibición se debe al peligro de que la preparación de medicamentos ocasione que se trituren plantas en Shabat. En nuestro tiempo, cuando no solemos preparar nuestros propios medicamentos, esta prohibición —a primera vista— pareciera no ser relevante; sin embargo, asegura el Gaón de Vilna, esta prohibición también tiene un significado oculto profundo que permanece relevante  en nuestros días. Y, según sus palabras, dicho significado oculto es fundamental; nuestros Sabios no quisieron revelarlo por la prohibición de revelar secretos cabalísticos a personas que no han alcanzado el nivel necesario.

¿Cómo cumplir el precepto «Amarás al Eterno,  tu D-os»?

En la lectura diaria del Shemá decimos: «Amarás al Eterno, tu D-os». ¿Pero cómo es posible amar al Todopoderoso, siendo que no podemos verlo y que Él es incomprensible para nosotros?

Para responder a esta pregunta, pensemos en qué se basa el amor. Por lo general, una persona ama a otra cuando ve en ella una manifestación de perfección o de grandeza en algún aspecto. Esto despierta en su corazón anhelo del prójimo y amor a él.

A pesar de que no podemos ver al Creador ni entender Su esencia, podemos formarnos una noción de Él (aunque esta sea muy escasa y deficiente comparada con Su verdadera perfección) contemplando Su creación: su magnificencia y maravillosa armonía, la profunda sabiduría plasmada en las distintas leyes de la naturaleza… En relación a esto, Rambam escribe (Leyes de los fundamentos de la Torá, 2:1-2): «A este gran y temible Di-s se nos ordenó amar… ¿Cómo podemos aprender a amarlo? En el momento en que la persona estudia Sus hechos y Su maravillosa y gran creación, y ve en ellos una manifestación de una sabiduría que no tiene fin ni medida… entonces comienza a amar, alabar y enaltecer; y se inflama del deseo de comprender al Todopoderoso».

De las palabras del «Shemá Israel» nuestros Sabios estudian otro camino para aprender a amar a Di-s. Inmediatamente después de mencionar el precepto de amar al Eterno, está escrito: «Y que estas palabras (palabras de Torá) estén en tu corazón». De esta yuxtaposición nuestros Sabios aprenden que el estudio de la Torá conlleva amor al Creador. Nuestros sabios explican cómo podemos aprender a amar al Creador a través del estudio de la Torá: «Al estudiar Torá, conocemos a Quien dijo… y el mundo fue creado». En la Torá Di-s expresó Su voluntad; al estudiar Torá percibimos dicha voluntad y ello nos acerca a Él; así se infunde en nuestro corazón amor al Creador. Este camino es mencionado por Rambam en el ‘Libro de los preceptos’ (tercer precepto).

 ¿Qué enseña el judaísmo sobre el placer?

Muchos psicólogos dicen que en la vida hay que hacer solamente lo que nos da placer. ¿Es correcta esta afirmación desde la perspectiva del judaísmo?

Un versículo del libro Mishléi (‘Proverbios’, 13:25) dice: «El justo come para satisfacer su alma, y el estómago de los impíos nunca tendrá suficiente». Las palabras «y el estómago de los impíos nunca tendrá suficiente », son comentadas por el Gaón de Vilna de la siguiente manera: les faltará un estómago adicional, porque, habiendo llenado su estómago de comida, no podrán seguir comiendo, y necesitarán un estómago más para seguir complaciéndose.

En este versículo se expresa la gran diferencia que hay entre la concepción del placer de justos y pecadores. La misma posibilidad de disfrutar es en sí algo muy importante. El Creador dispuso que la satisfacción de casi cualquier necesidad fundamental para la vida cause placer a la persona. Y esto el Creador lo hizo, en primer lugar, para que la persona sea capaz de entender qué le hace falta en determinado momento. Por ejemplo, si tiene hambre, ello significa que en ese momento le falta comida, y si tiene sed es porque su cuerpo no tiene suficiente agua, etc. El segundo beneficio que nos otorga el placer es que gracias a él es fácil satisfacer nuestras necesidades. Imaginemos cómo sería el mundo si la persona, no obteniendo placer de la comida, regularmente tuviera que obligarse a mí misma a ingerir alimentos cada vez que llegara el horario prescrito para darle a su cuerpo una nueva ración (¡¿y qué sería de los perezosos, quienes por pereza no alimentarían a su cuerpo?!). Y, en tercer lugar, el placer ayuda a la persona a conectarse con lo que le da placer de la mejor forma posible. Así, por ejemplo, dijeron nuestros Sabios (Yomá 24b) que la persona no debe comer en la oscuridad. La razón de esto es que solamente viendo la comida se puede obtener de ella placer verdadero (ya que el grado de placer obtenido al comer depende en gran parte del aspecto de lo que se come) y, por lo tanto, beneficio real.

Sin embargo, cuando una persona se plantea como meta el placer mismo, y lo persigue solamente a él, se profana la verdadera intención que tuvo el Creador al crear el placer. Tal persona jamás podrá sentir felicidad verdadera, pues vive en conflicto constante: tiene la posibilidad de obtener placer únicamente cuando tiene hambre, pero cuando tiene hambre no puede ser feliz a causa del hambre que lo acosa… Y cuando su hambre ha sido «extinguida», ya no puede obtener ningún placer de la comida.

Los justos utilizan la comida para saciar su alma. Se alegran de lo que tienen, y agradecen al Creador por el placer que obtienen. Y esto les da la oportunidad de sentir verdadera felicidad y alegría.

La persona que busca el placer en todo y ante todo, no solamente no es feliz, sino —al contrario— es el más miserable sobre la Tierra, ya que el placer es como el agua salada: la persona piensa que sacia su sed, pero en realidad solo la intensifica (como escribe el Gaón de Vilna en su epístola a los miembros de su familia). Tal persona se pasa toda la vida en busca del verdadero placer, sin poder jamás encontrarlo… y todo el tiempo está molesto y decepcionado.

Para el hombre que no busca placeres la vida es mucho más fácil, pues acepta todo lo que le sucede con alegría. Nuestros Sabios dijeron (Avot 6: 4): «Este es el camino de [el estudio de] la Torá: come pan con sal, bebe agua con moderación y duerme en el suelo, pero esfuérzate en el estudio de la Torá. Y si haces así, bienaventurado serás y a ti la bendición»: «bienaventurado serás» en este mundo y «a ti la bendición» en el mundo venidero. Rav Jaim de Volozhin explica a qué se refiere esta mishná: nada debe interferir con el trabajo de la persona, y si solamente tiene pan con sal y agua en moderación… que eso coma y beba. Como podemos ver de las palabras de nuestros Sabios, quien no busca en todo placer para sí mismo, no solo obtendrá beneficio en el mundo venidero, sino también será feliz en este mundo.


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